Muchísimas empresas, holdings, multinacionales
etc. deberían aprender de un modesto como es Casa Chelo en Arzúa.
Es un restaurante pequeño y austero donde los días de
sienda, para poder acceder al comedor, se debe pasar previamente por
un pequeño mostrador, que hace las funciones de tienda y pasillo
de casa, y por la misma cocina del restaurante que tiene al final su
salón para unas 6 ó 7 mesas donde caben poco más
de docena y media de comensales.
El marketing y el merchandising que utiliza Casa Chelo no tienen parangón
con ningún otro y creo que es cuestión de ser 100% natural
y humilde. A saber:
1. Nadie sabe como llega a conocer el sitio, pero
todo el que ha ido está pensando en volver. Otros invierten
ingentes cantidades de dinero en publicidad y una vez que entran están
deseando salir.
2. Perfecta conversión de Ptas a €. Lo que antes costaba
1.100 Ptas ahora son 7€. Es decir, lo mismo sumando el IPC. Pregúntale
a Iberia lo que cuesta un billete hace tres años o a Mc. Donals
un Big Mac.
3. Continuidad en la calidad de los productos. Mientras otras compañías
se dejan el saín en implantar costosos sistemas de calidad
tipo ISO 9000, Casa Chelo clava las lentejas de año en año
sin necesidad de nefastos ejecutivos embadurnados en papeles y denostados
en el triste arte del punteo.
4. Simpatía y buen ambiente. Estamos hasta los cojones de Royal
Mc. Donals y, lo que es peor, que el payaso lo esté de nosotros.
No se puede ir por la vida cobrando hamburguesas de lo que sobra del
cerdo con una dentadura de varios cientos de millones de €. Casa
Chelo es tal cual. Ni ingeniosa ni parlanchina ni falsa. Simplemente
es ella. Eso si, si se arreglara la boca aunque solo fuera con unos
puentes baraticos rozaría la perfección.
5. Sinceridad. Mientras multinacionales como Carreful, Mercadota,
Aldi y otras muchas se desgallitan ofreciendo ofertas de “pague
dos y llevese tres” o “con la compra de 80 bolsas de gusanitos
se lleva un gallifante” (todos sabemos lo que pasa con esto)
Casa Chelo directamente te lo da. Si pides un plato de lentejas o
caldo, pues te pone una sopera que si tienes perro también
lo alimenta. Y si te falta vino, pues también te lo da hasta
que se te pone la sonrisa del payaso de Mc. Donals.
6. La elección del nombre. Solzano de Tejada, El asador Donostierra,
Zalacaín, Jockey, El bulli, todos son rebuscados, cacofónicos
y hasta presuntuosos. En Arzúa simplemente está la casa
de Chelo. Hay mayor amabilidad que abrirte las puertas de tu casa?
En definitiva que 7€ ahora por un plato
de riquísimas lentejas (que eras dos) un plato con dos huevos
fritos, patatas y chorizo que no se lo saltaba un gitano, una tarta
de Santiago gordita y exquisita y dos botellas de Ribeiro, no es simplemente
la de un honor comer allí sino que además es un placer
y se merece que su local esté repleto de gente y que ellos ganen
tanto dinero como otros que tanto anuncia lo que no tienen y Casa Chelo
le sobra.
Bueno al grano que tengo sueño.
El suelo de Portomarín este año estaba un poco más
duro que hace tres. Quizás sea por que nosotros estamos algo
más duritos, será porque hacía más frío,
será será será guaraná. El caso es que a
las 9:00 no teníamos ni putas ganas de levantarnos.
Sabíamos lo que nos venía nada más salir del pueblecito.
Dos tostadas bien trabajadas con mantequilla y mermelada y mojadas con
café con leche para dos y un, mal puesto, colacao para Norberto
(aunque no ha dicho ni mu), nos han dado el banderazo para comenzar
esta nueva etapa.
El tiempo, aunque frío, no daba la más leve pista de lo
que después iba a suceder. Aunque nosotros con un ojo avizor
sabedores de lo que nos precedía y ayudados por el hombre del
tiempo ya estábamos prevenidos.
Lo primero al salir de desayunar ha sido una cuesta pequeña seguida
de otra mediana y culminada con una gran cuesta. Primera tostada en
los tobillos. Lo siguiente ha sido una gran cuesta seguida de otra cuesta
mediana y otra pequeña aderezadas con un chaparrón de
tres pares de narices que nos ha obligado a disfrazarnos de nuevo de
Blea.
Algunas bajadas dignas de mención nos han acompañado en
el viaje en el que hoy han sido Manolo y Norberto los facultades del
mismo. Repecho tras repecho y subida tras subida siempre con el chaparrón
encima. De no ser por Vileda estaríamos ahora mas calaos que
una esponja.
En uno de los repechos tan numerosos de esta etapa, y como me ha pasado
alguna vez en esta aventura, la cadena se me ha caído del mediano
al eje del pedalier y enganchado en los tornillos del plato pequeño.
Me he tenido que parar para arreglarlo mientras los dos atletas han
seguido calentando piernas y dejándome a merced de los distintos
peligros que por allí acechaban: lobos, ricardillos, vacas, bleas
y águilas picableas. Tras cinco minutos de duro trabajo por lo
que a la mecánica se refiere y miedo en lo que a los peligros,
he reanudado el camino con el objetivo de seguir los tres hasta nuestro
intermedio que no era otro que la gran pulpería Ezequiel de Melide.
Ni más ni menos.
Esfuerzos vanos por conseguir pillar a mis compañeros. Los dos
Facultades habían puesto pie en polvorosa haciendo del camino
el circuito del Jarama, o por lo menos eso es lo que me circulaba por
la cabeza.
Cuesta tras cuesta y repecho tras repecho eran para mí un trayecto
donde solo la compañía de algunas bleas y peregrinos eran
mis compañeros de viaje y el santoral y el diccionario de Coll
la inspiración de mis oraciones y plegarias.
Como 500 metros antes de llegar a Melide he oído en la letanía
unas voces que si no hubiera sido porque las conocía, hubiera
creído que eran dos ángeles custodios voluntarios para
que el pulpo de Melide no me lo comiera yo solo. Afortunadamente eran
Manolo y Norberto que tras unirse a mi me han estado explicando su desafortunada
equivocación de haber cogido un camino que no era el correcto.
El caso es que para mi ha sido un alivio que hubiera sido así
a pesar de que ellos han tenido que hacer más kilómetros.
No hay mal que por bien no venga. dijo el peregrino aquel.
Juntos hemos llegado a la pulpería de Melide y nos hemos puesto
tibios a pulpo, patatas y vino.
Los siguientes 10 ó 12 kilómetros han sido fáciles.
Juntos hablando y sin ganas de meternos más metros ya que el
pulpo andaba por los bajos haciendo de las suyas.
Solo una mención especial al lavado de las bicis en una gasolinera
de Arzúa. Un pequeño chaparrón que hemos esperado
a que pase por no manchar las bicis y hasta llegar al polideportivo
directamente y sin pasar previamente por el albergue.
Que alegría nos ha dado cuando al llegar al polideportivo, una
construcción del 2002, que en el anterior camino no existía
nos esperaba. En su interior unas magníficas instalaciones de
piscina climatizada, duchas y sauna.
Desgraciadamente no teníamos gorro (precepto imperativo del servicio
de piscina) por lo que tan solo hemos podido tomar una sauna y unas
duchas que nos han dejado limpitos, oliendo a flores y como nuevos.
Al poli a esperar que abriesen, preparar las cosas y a Casa Chelo.