Estamos en el bar IBARBEROA, valle caliente o Norte
Caliente. Según cómo se mire o según quien lo vea
le podíamos haber contestado a nuestro traductor a la sazón
el camarero.
Patatas con huevos y una ensalada mixta es lo que nos espera para “engullir”
(que comer o cenar no será lo que haremos esta noche) ya que
estamos reventaos.
El ambiente entre nosotros es bastante cordial auque ya se nota alguna
tirantez contenida. Muchos kilómetros y mucho camino de piedras
y duras subidas. Los 70 y pico kilómetros que han quedado atrás
nos han tocado un poco.
Creo personalmente que es debido a la premura de la paliza. Deberíamos
haber hecho algún kilómetro de menos. También es
verdad que no sabíamos la dureza real de la etapa.
Otros creen que deberíamos hacer algún kilómetro
por carretera para poder llegar a tiempo.
Bueno, por el momento son cuestiones bastante triviales así que
no le damos la mayor importancia con lo que seguiremos engullendo.
LA ETAPA de hoy ha sido preciosa. Todo transcurre por un camino repleto
de árboles de hoja caduca. Debido a las altas temperaturas y
a la pronta caída de las hojas hacen una alfombra que por otra
parte ayuda a disimular el agua caída la noche anterior.
En términos muy generales se puede hablar de una etapa de bajadas
hasta Pamplona, una buena subida coronando el Alto del Perdón
para bajar directo hasta El Puente de la Reina.
Nada más lejos de la realidad.
El camino se hace durísimo en las bajadas de Roncesvalles hasta
Pamplona. Sobre todo la bajada del Alto del Erro es de lo más
peligroso con bajadas escarpadas en las que todos hemos tenido que bajar
de la bici y alguno de nosotros hemos tocado suelo.
Norberto no ha querido seguir por una zona de subida muy rocosa. Nosotros,
desobedeciendo las órdenes del superior al mando, hemos hecho
caso omiso. Así que hemos nombrado Capitán General a Frank
que isofacto ha delegado el mando en los otros restantes.
El repecho en cuestión ha sido de los de empujar. Afortunadamente
ha durado muy poco dando paso una subida suave y terminando en una apoteósica
bajada de las que a mi me gustan.
Primeras reparaciones en la bici de Frank. Se le ha ido un tornillo
(a la bici) y se ha quedado suelto la parte inferior del porta alforjas.
Poco para lo que luego le ha pasado.
Y es que a nuestro Argelino le ha sucedido de todo (caídas de
sacos, de chubasquero, pinchado en la subida del Alto del Perdón).
Su poca habilidad en los nudos y el orden, unido a una retaila de medicamentos,
vendas y mejunjes para sus dolores, hacen de mi hermana la mujer más
útil del mundo y de la mili un servicio que debería ser
obligado para algunas personas.
Han sido significativas algunas caídas que aunque ninguna ha
sido de susto, si chocan por la situación. Manolo se ha caído
literalmente en un montón de mierda que nos ha hecho dudar si
en realidad lo ha hecho queriendo; Norberto se ha caído en la
bajada del Alto del Erro en el mismo sitio que minutos después
lo he hecho yo (juro que no ha sido copiando); y Frank no se ha caído
nunca. Esto también choca ya que en algunos momentos era la bici
la que lograba el equilibrio.
Antes de culminar el Alto del Perdón ya habíamos hablado
de lo inoportuno que hubiese sido el seguir por el camino. Las fuerzas
estaban justitas. El caso es que no se como coño en Zariquieri
nos han convencido para seguir por el camino. A decir verdad creo que
hemos salido ganando no tanto por lo bonito del paisaje (que lo era)
sino por el hecho de haber hecho menos kilómetros. El caso es
que por H o por B siempre hacemos lo que debemos y en este caso pues
…….. ¡No sé!
La bajada del Alto ha sido muy peligrosa debido a las piedras sueltas
pero al mismo tiempo espectacular por el esfuerzo y lo exigente del
camino. Manolo y yo hemos bajado los primeros a todo tren. Ha habido
un par de situaciones peligrosas pero sin consecuencias negativas para
nuestra integridad física. Frank y Norberto han llegado como
media hora después debido a la poca importancia que Frank le
da al orden. (como tres veces ha tenido que avisarle Norberto que se
le había caído el saco de dormir al suelo).
Hasta aquí, nuestro objetivos había sido el quedarnos
a dormir en un pequeño pueblo llamado Uterga. El refugio estaba
cerrado con lo seguimos camino. A unos dos kilómetros saliendo
del pueblo, una mujercita de las que otrora nos salvaba, queriendo indicarnos
el camino al grito de ¡Por ahí no es el camino! nos ha
confundido creyendo que nos decía ¡Buen camino! con lo
que nos hemos pasado de la flecha amarilla perdiéndonos en un
camino que (no se si por suerte o por desgracia) tuvo fin, por lo que
dimos la vuelta, bajado lo que habíamos subido y echado maldiciones
a lo burros que habíamos sido. ¡Con lo que ya llevábamos
a cuesta!
Unas bajadas largas, alegres y dicharacheras seguidas de una subida
corta pero faraónica acaban el pueblo de Obanos donde ahora me
encuentro escribiendo estas líneas. Estos están poniéndoles
las orejas de plástico al hospitalero de este refugio, nutriéndose
de la cultura general de la zona mientras yo me voy a quedar en unos
minutos sopa en esta camareta en la que, y denostado del grupo, deleitaré
a mis compañeros con otro surtidito de mis armoniosos ronquidos.