Sábado completo, sábado Comanxi.
domingo, 09 octubre, 2005, 08:17 PM - Idas de bola
Eran las 4:30 de la tarde y no tenía muchas ganas de ir.

Una mentira piadosa que le solté a mi hijo (trucos para poder hacer cosas) le animó a animarme y enfundarme mi ya conocido traje gris.

Mi corbata inspiró a mi hijo para colocarse una bufanda y un gorro que no quise ni tocar por si se le olvidaba la trola que acababa de soltarle. Desgraciadamente y nada más montar en el coche se quedó dormido y cuando despertó ya no recordaba nada de lo que le había dicho. La mala leche que se le puso me hizo dudar sobre la asistencia a la boda de mi primo. Afortunadamente los acontecimientos dieron la vuelta y me permitieron asistir a uno de los eventos que más tiempo permanecerán en mi memoria y que ahora detallo.


EL COCHE NUNCIAL

A la iglesia no llegué a tiempo y no me lo perdonaré nunca.
Cuando llegué había todo concluido y solo quedaban en la plaza de la ermita de “El Secano” (Raal) los pocos familiares que aguardaban a los novios para la sesión de fotos.

-¡Ahora verás Manolo el coche de los novios!- Dijo, queriendo sorprenderme mi madre.

A lo lejos se divisaban unos destellos luminosos que parecían venir hacia donde nos encontramos.
Un estruendoso ruido de claxon estremeció a todos los de la plaza y por fin ya pude ver la descomunal cabeza de camión que se nos venía encima.
Describir detalladamente las partes de dicha máquina es trabajo de varios meses así que solamente contaré lo más llamativo que pude ver.

Lo primero que llama poderosamente la atención era la cantidad tremenda de acero inoxidable utilizada para su fabricación. En cualquier parte de camión podías verte reflejado. Creo que solamente las ruedas eran de distinto color.

Tenía luces por todos los lados y de todos los colores; arriba, abajo, dentro, fuera, a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, a, hasta, hacia, para, por, según, sin, son, sobre y tras.

El interior era todo confort. La amplia cabina con todos los adelantos tecnológicos habidos y por haber; GPS, TV, CD, DVD, APS, SPD y un sinfín de siglas de elevado PVC que hacía de este interior un auténtico cuadro de mandos.

Los asientos tapizados en acero rojo, hacían juego con la moqueta que servía de suelo para la parte interior de la cabina donde había dos sofás, un armario ropero una cama y la auxiliada ducha.

Por si todo lo dicho no era suficientemente llamativo, el armatoste contaba además con numerosas formas de armar escándalo.
Un poderoso sistema de sonido Sound Round, bafles por todas partes, spiker, twiter, wofer, subwofer y demás artilugios ruidosos lo dotaban de un poder infinito a la hora de hacer ruido.
El motor también hacía de las suyas. Nosecuantosmiles de caballos al unísono rugían más que relinchaban sumiendo en el caos a los allí reunidos.
Contaba además con un sistema que se activaba cuando el conductor soltaba el embrague produciendo un sonido seco branquial de ultratumba que causaba más estupor que entusiasmo. Momento éste que aprovechaba el chofer para repetirlo una y otra vez sin parar.
Este monstruo también contaba, por supuesto, con los clásicos pitos melódicos. La cucaracha, la gallina turuleca, corre corre corredor y algunos que no pudo usar formaban la colección de música que unido con dos poderosos tonos de claxon principales culminaban el poder sonoro de este bunker con ruedas.

Y en lo alto de todo, coronando la niquelada carrocería de aquella gran armadura plateada que formaba el trayler nos encontramos las palabras más laureadas y comentadas de toda la boda y bodas que en el Rangla I se concentraban.
Grabadas a fuego en un fondo cristalino especular las dos palabras que daban nombre a esa monumental “cosa”……

“EL PEPILLO”



LOS AMIGOS

Cuando la gran feria andante irrumpió con todo su estupor en la zona destinada al ágape, los amigos aplaudieron a radiar el apeo triunfal de la nueva pareja.
Acompañó la bajada una gran traca, unos fuegos artificiales muy artificiales y una gran algarabía.

A los clásicos de ; “que se bese la novia, los padrinos y los padres del padrino de la novia”; le siguieron los menos usuales aunque no por ello menos interesantes gritos de “la novia la novia la novia es cojonuda" y "oe oe oe oas" (el partido Bélgica – España acababa en esos momentos 0 – 2 para los nuestros) y un inesperado e intrigante “que el novio, que el novio baile, el baile de la pelusa”.... Pero cuando la incógnita sobre la finalidad de dicho baile estaba apunto de revelarse, desafortunada o afortunadamente cambiaron de tercio para descubrirnos lo que, por supuesto, ya sabíamos: que esta boda era distinta.

Amigos, hermanos y familia (solo jóvenes, no se por que) se fueron detrás de unos biombos que no servían para ocultarlos (si es lo que pretendían) y comenzaron un espectáculo lleno de luz, color y otros manjares sensitivos que ahora delataré.

Colocaron a la novia en el centro del comedor donde todos nos encontramos y una tras otra y en ejemplar fila india comenzaron a salir las mujeres con una bengala encendida en una mano, que ondulaban con entusiasmo, y un peluche (sí, peluche) en la otra hasta lograr rodear a la agasajada.
Una vez completado el círculo concluyeron el espectáculo depositando, una tras otra, el peluche (sí, peluche) en los brazos de Ella que inmovilizada aguantaba estoicamente un desfile que poco a poco dejaba de ver, no tanto por las lágrimas que brotaban de sus ojos como del montón de osos, conejos, pollos, perros y demás fauna pelona que cubría su rostro.

De alguna manera que no vi, aunque deduje, se libró de su carga para, a continuación, seguir con el protocolo. El de los Hombres.

Al igual que ellas, ellos surgieron de detrás del biombo con otra bengala encendida. Sustituyeron el peluche de la otra mano por una bonita rosa de tallo largo y diversos colores que algunos blandían enérgicamente al son de la música arrastrando los pétalos por la escayola del local. Hecho éste que deduje fueron por cinco motivos principales y fundamentales:
A- Por lo bajo de los techos del local
B- Por lo algo de algunos individuos
C- Por la cantidad de vasos de vino ingeridos en los dos platos principales del menú
D- Por la euforia del momento
Pero esta disertación la dejaré para otro momento.

Siguiendo la misma parafernalia que sus mujeres completaron el ciclo depositando en las manos de la novia sus respectivos apósitos y formando un descomunal ramo de rosas que de nuevo tapó la visión de la novia.
Completó la ceguera el novia que tras el biombo apareció sorpresivamente con otro ramos del tamaño de ella y que también (y esto lo vi ya cruel) depositó en sus brazos.
Lo emotivo de la situación hizo que ambos se fundieran en un poderoso abrazo que terminó por arrancar los aplausos de todos los que allí nos encontrábamos así como por descuartizar las pocas rosas enteras que los más bajos habían logrado depositar.

Lejos de haber terminado la función comenzaron de nuevo a aparecer personas de detrás del biombo y esta vez con velas aromáticas. Chico, chica, chico, chica era la disposición sugerida por algún “cabeza pensante” que volvieron a hacer un círculo (esta vez más grande) que rodeó a los protagonistas que aún seguían fundidos en el centro.
Con lentitud depositaron las velas en el suelo y comenzaron a aplaudir enérgicamente contagiando, de nuevo a todos los reunidos en aquellas “bodas de Caná”
Tras el aplauso terminó la eclosión fundiéndose todo el círculo en un abrazo al grito de “Al Ataqueeee” que el “cabeza pensante” vociferaba sin complejos, decoro ni medida.

La orgía contagió al respetable e hizo del momento algo superlativo, glorioso y sublime. Todos gritaban vítores a todos. Al padrino, a la madrina, al novio, a la novia, a su mujer y a su hijo.
Todos nos emocionamos y aplaudimos con entusiasmo al montón humano que teníamos enfrente y que la iluminación de las velas hacía aún más espectral.

Concluyo la música y el musical con un manteo a él (que dio con la cabeza en el techo) y otro a ella (los pies).
Nos sentamos y comimos el profiterol con chocolate caliente (ya frío) que nos hacía de postre.


REGALOS

Inventario:
Un puro con su correspondiente vitola y tubo.

Cochecito Leré: coche de época de madera china.

Pañuelo conmemorativo del evento y pinza que sujetaba el pañuelo al cochecito leré.

Juego Tres mosqueteros: Cajita de roble chino compuesta de llavero, bolígrafo y cortaúñas (que no se que piensan los chinos de nosotros que a todo le ponen el cortaúñas) compuesto a su vez de navaja y lima.

Cajetilla de cinco cigarrillos conmemorativos.

Bolsa de chuches para los niños: bolsa, clip, globo, gusanito gigantes (2), chupachup de caramelo, chupachup de picapica, polo de bolsa, un clásico olvidado… el pintalabios, 7 gominolas de distintos tamaños sabores, grosores, colores y texturas y una calcomanía.

Juego completo de incienso aromático consistente en un tubo de ensayo repleto de 10 barritas de incienso aromático al melocotón, otro tubo con conos con aroma a ciruela invernal y una plataforma de madera multiincienso.


Jamás en la vida me habían dado tanto a cambio de tan poco.


FIN DE FIESTA

En fin que tras tanta algarabía e hincarme todas las gambas que pude pelar, los platos que conseguí descifrar, la tulipa y la tarta nupcial con sus correspondientes brebajes y mejunjes fui uno de los primeros en abandonar tan magno evento (escudado en mi condición de padre coraje).

Culminé el festival de sentimientos cuando al pasar Cobatillas me paró un control de alcoholemia.
-Todo no podía ser perfecto- deduje.
Me dieron una bolsita de plástico que abrí no sin problemas. Cogí una boquilla de plástico que coloque en una aparato y éste en mi boca. Soplé y soplé hasta no poder más y hasta que se apagó una lucecita amarilla que indicó el color de mi cara.

Intenté inventar estrategias para salir del apure.

Pensé en dar lástima con mi hijo que dormía plácidamente en el asiento trasero.
Llevaba 50€ que podía utilizarlos como segunda opción aunque…..

-Puede proseguir….. muy bien. Ha dado 0.0- me dijo el cherif.

Me puse a reír y salí cortando.

No podía ser menos.
No podía, ni debía, culminar un día como ese de otra manera que como lo hacía.


Y por fin llegue a mi casa de la siguiente guisa:

Bolsillo derecho de la chaqueta: Bola de maquinita con camión dentro (infinitamente inferior al trailer nupcial) comprada antes de saber nada; segunda bola de maquinita con tatuajes tipo “dragón demoniaco”; tubo de incienso con palitos y tubo de incienso con conos.

Bolsillo izquierdo de la chaqueta: Puro, Caja “Tres Mosqueteros” y Plataforma multiincienso.

Bolsillo de la solapa de la chaqueta: Radiocasett del coche y bolsa de chuches.

Bolsillo interior derecha de la chaqueta: Monedero y portalentillas.

Bolsillo interior izquierdo de la chaqueta: Pañuelos. Llaves y gafas de sol de manolo.

Bolsillo derecho del pantalón: Cochecito Leré con pañuelo y pinza.

Bolsillo izquierdo del pantalón: Bufanda, gorro y cajetilla de cigarros.

En mis brazos: Manolo durmiendo

En mi cabeza: Un fuerte dolor y diversos mareos.

En la cara: Una gran sonrisa.




Mi Amigo El Negrete (Part 3)
viernes, 07 octubre, 2005, 11:28 AM - Idas de bola
Pegó un salto mi querido negrete y dijo:
Jesús, María y Jose, que mal lo he pasao dios mío.
Con estas palabras se asomó de nuevo mi amigo a la vida.
Trasteaba yo en mi mundo con los utensilios que se me había puesto a la mano cuando debajo de la bomba del frigorífico (ahora ya lo sabía) oí los alaridos desorientados de un ente en peligro.
Agarré una cucharilla de café que el oxido había roído y el tiempo olvidado y me dispuse a salir de mi escondite con la única idea de socorrer los gritos de angustia que escuchaba.
Esa voz me era familiar. En el mimbreo se escuchaba un algo diferente pero en el fondo me era totalmente familiar. ¿De que o de quien me podía sonar esos gritos? ¿Quién podría estar en peligro? ¿y que sería el peligro que le acechaba?.
Con la cautela que mis seis patas me permitían y con mil ojos (nunca me había parado a contarlos) me decidí ir en la ayuda de lo que consideré en esos momentos una “ayuda social”.
Los primeros pasos fueron más bien torpes debido al atrofie que mis huesos heredaron de esa larga cautividad forzada en el interior del mecanismo del frigorífico.
Mi torpeza a la hora de andar no lo era tanto por los movimientos poco armónico de mis extremidades como de mi despiste visual. No estaba acostumbrado a tan largos paseos y mucho menos a hacerlos hacia atrás. Así que decidir ir con más cautela que de costumbre.

Por otro lado mi amigo el negrete se debatía entre la vida y la muerte tras un lecho acuoso anaranjado que no dejaba nada más que a media branquia tomar el un poco del mucho oxigeno que necesitaba. Movía su cola anaranjada por el hervor desesperadamente y con vitalidad chapoteando todo lo que le rodeaba. De su boca tan solo susurros de auxilio, odas a los capellanes y un sin fin de nombres de peces que enseguida asocié al santoral de los acuarios.

Una gota me calló en el lomo y de repente deduje enseguida la situación, desconcierto y ubicación del que gritaba.
Miré hacia arriba con estupor para descubrir que tras las largas columnas de madera existía un techo en cuyo borde manaba una hilera viscosa amarillenta en cuyo extremo terminaba precipitándose hacia el abismo donde yo me encontraba. Miré hacia abajo y descubrí que me encontraba metido en un gran charco naranja que me llegaban hasta, lo que supuse, eran tobillos de mis seis patas.
Y me surgió la gran duda de cómo coño llegaría yo allí arriba.

Y los gritos se hicieron cada vez menos audibles……….

(continuará)


Cuando te falte la inspiración....
jueves, 29 septiembre, 2005, 10:57 PM
Hoy no tengo ganas de inventar nada y aquí os dejo parte de un capítulo del libro que estoy terminando de leer.
Tomad diez minutos que no tiene desperdicio. ¡O sí!

“Bebimos con la Consuegra el mismo mejunje que ella bebía: ginebra Larios con Kas de limón, no sé cuántos –me produce escalofríos sólo la idea-; y esnifamos lo mismo que ella esnifaba: rayas de cocaína mezclada con speed y mescalina sintética –seguramente cortadas con rascaduras de cal de pared, dada la profusión de desconchados-, que dotaron a todo y a todos de un doble o triple halo e hizo que el ruido, las canciones de Mari Trini, lo único que parecía sonar en aquella auténtica cocina del infierno, me llegara a los oídos a golpes, como a vaharadas de decibelios.

Un canuto hecho con dos papeles de fumar empalmados, de marihuana nigeriana con hachís libanés, que hubiera tumbado a Bob Marley, me completó el cuadro clínico.

Por su parte, Lon Chaney fumaba chinos de caballo con las seis brujas de Macbeth, que se refrescaban con un porrón de orujo con cava Delapierre tibio al que creo que di también algún tiento.

Sólo conservo del creccendo de la multiintoxicación flashes visuales y algunas impresiones: cuando quise ir a mear, me equivoqué de puerta y entré a un sitio que debía servir de almacén o depósito de cadáveres, en tinieblas, donde me tocó la cara algo que podían ser telarañas y otro elemento, pulposo, de origen desconocido y tal vez numeroso; Lon Chaney en pleno delirio romántico, bebiendo pis en la cotorra chiruca de una de las arpías: Asti sacándolo las inmensas tetazas del escote a su camarada y chupándoselas con fruición: efectivamente, los pezones eran como mandos de televisión antigua; cuando por fin atiné con el retrete, pero me encontré en él a dos de las ninfas atareadas con sus respectivas llagas –no pude aguantar más, oriné en el desportillado lavabo y ahogué a una cucaracha-; otra de las arpías, desnuda de cintura para abajo, velluda como un oso, que danzaba -¡al ritmo de las canciones de Mari Trini!- a medio camino entre el ballet y el cancán y realizó un grand êcart que, como en el chiste clásico, la dejá pegada por succión a las baldosas del suelo que no conocía fregona; Asti levantando por encima de la cabeza a Lon Chaney y arrojándola por detrás de la barra; Milo con el cipotín tieso, atendido por otra de las guarras; la gorda desnudada por Asti y desparramada sobre la barra con la montaña mágica tras una carga de dinamita; Lon Chaney que , sorpresas de la vida, bajo el sudario escondía un cuerpo con tetillas de perra pero grupa más que aceptable, dejándose lamer el despelujado higo por la menos fea, que guardaba una sorpresa dentro del pantalón de pocero y después la enculó contra la pared; Asti en pelota con unas bragas de leopardo en la cabeza que parecía el pellejo completo del animal, encaramado a la gorda y follándola furiosamente ni más de los sesenta segundos canónicos a pesar de la carga que llevaba encima….
Y la conjunción sensorial, visual y evocadora que me dio la idea.

No sé ni cómo, acabé desparramado en uno de los mugrientos sofacillos adosados a las paredes en compañía de una de las brujas. Se desnudó. Era fea como un mono feo, pero tenía unas tetas espléndidas cuyo magreo me animó el ariete. Mas también, como la amiga de Lon Chaney, tenía rabo: un respetable rabo.

Y entonces sucedió.
Mientras le sobaba las prefabricadas ubres, el simio me izo una mamada antológica, de las mejores de mi vida; al césar lo que es del césar.
A pesar de la carga de alcohol y drogas antierección me excitó enormemente.
Y justo antes de correrme tuve el acceso visionario: una revelación de los dioses sólo para mis dilatadas pupilas.

Lon Chaney estaba apoyada en la barra, de espalda y próxima a mí –el tugurio era largo y estrecho como el rabo de una rata-, que permanecía tumbado en el sofacillo con mi atareado primate encima. Lon Chaney seguía desnuda; besaba a su novia la Consuegra, que continuaba sobre el mostrador con Asti encima, que se había quedado dormido con la picha dentro y roncaba con la sonoridad del Krakatoa en erupción. Me fijé en el culo de Lon Chaney: ¡era perfecto!, hermoso y perfecto, un doble hemisferio blanco y terso que mi mente asoció inmediatamente con el mapamundi a doble página de mi atlas del colegio… Y el pendulante rabo del primate frente a mi cara se me antojó un badajo de campana catedralicia, cuyos tañidos terminaron de galvanizar la asociación de ideas entre el globo terráqueo en dos dimensiones y el bilbainismo a ultranza, que sólo puede concebir el plano de la villa en términos planetarios:

El mapamundi de Bilbao

Vi las letras en elegante caligrafía inglesa y neón blanco sobre un luminoso fondo rojo uniforme. A los cuarenta y un años, en una letrina y en medio de una orgía de fenómenos de feria, acababa de descubrir mi misión en la vida: poner en pie El Mapamundi de Bilbao, el mejor bar de pinchos de creación del planeta.

Feliz por el hallazgo, me corrí. Me corrí tan fuerte que una luz blanca y purísima me cegó. Más que una alucinación, creo que fue la energía liberada por una par de millones de neuronas al fundirse.
El eficiente simio escupió al suelo mi licor amoroso con muy poco glamour, volvió el caretón hacia mí y me dijo:

-Has gosado, eh, cariño… Te has corrido como un rey, ¿a que sí?... Pues ¡hala!, anímate tú ahora un poco, que a mí también me gusta que me hagan cossitas…

Pensé en las palabras de Lawrence Olivier a Tony Curtis en Espartaco acerca de las preferencias entre ostras –siempre las ostras, diablos- y caracoles… Y también en que alguna vez hasta el gourmet purista se trapiá una hamburguesa con ketchup.

Las gafas de leer, que me había puesto para proteger algo mis sensibles ojos de la picante niebla nicotínica, se empañaron......"



Capítulo: 12
Versículo: 10
Autor: Juan Bas
Título: Alacranes en su tinta


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