Cuando te falte la inspiración....
jueves, 29 septiembre, 2005, 10:57 PM
Hoy no tengo ganas de inventar nada y aquí os dejo parte de un capítulo del libro que estoy terminando de leer.
Tomad diez minutos que no tiene desperdicio. ¡O sí!

“Bebimos con la Consuegra el mismo mejunje que ella bebía: ginebra Larios con Kas de limón, no sé cuántos –me produce escalofríos sólo la idea-; y esnifamos lo mismo que ella esnifaba: rayas de cocaína mezclada con speed y mescalina sintética –seguramente cortadas con rascaduras de cal de pared, dada la profusión de desconchados-, que dotaron a todo y a todos de un doble o triple halo e hizo que el ruido, las canciones de Mari Trini, lo único que parecía sonar en aquella auténtica cocina del infierno, me llegara a los oídos a golpes, como a vaharadas de decibelios.

Un canuto hecho con dos papeles de fumar empalmados, de marihuana nigeriana con hachís libanés, que hubiera tumbado a Bob Marley, me completó el cuadro clínico.

Por su parte, Lon Chaney fumaba chinos de caballo con las seis brujas de Macbeth, que se refrescaban con un porrón de orujo con cava Delapierre tibio al que creo que di también algún tiento.

Sólo conservo del creccendo de la multiintoxicación flashes visuales y algunas impresiones: cuando quise ir a mear, me equivoqué de puerta y entré a un sitio que debía servir de almacén o depósito de cadáveres, en tinieblas, donde me tocó la cara algo que podían ser telarañas y otro elemento, pulposo, de origen desconocido y tal vez numeroso; Lon Chaney en pleno delirio romántico, bebiendo pis en la cotorra chiruca de una de las arpías: Asti sacándolo las inmensas tetazas del escote a su camarada y chupándoselas con fruición: efectivamente, los pezones eran como mandos de televisión antigua; cuando por fin atiné con el retrete, pero me encontré en él a dos de las ninfas atareadas con sus respectivas llagas –no pude aguantar más, oriné en el desportillado lavabo y ahogué a una cucaracha-; otra de las arpías, desnuda de cintura para abajo, velluda como un oso, que danzaba -¡al ritmo de las canciones de Mari Trini!- a medio camino entre el ballet y el cancán y realizó un grand êcart que, como en el chiste clásico, la dejá pegada por succión a las baldosas del suelo que no conocía fregona; Asti levantando por encima de la cabeza a Lon Chaney y arrojándola por detrás de la barra; Milo con el cipotín tieso, atendido por otra de las guarras; la gorda desnudada por Asti y desparramada sobre la barra con la montaña mágica tras una carga de dinamita; Lon Chaney que , sorpresas de la vida, bajo el sudario escondía un cuerpo con tetillas de perra pero grupa más que aceptable, dejándose lamer el despelujado higo por la menos fea, que guardaba una sorpresa dentro del pantalón de pocero y después la enculó contra la pared; Asti en pelota con unas bragas de leopardo en la cabeza que parecía el pellejo completo del animal, encaramado a la gorda y follándola furiosamente ni más de los sesenta segundos canónicos a pesar de la carga que llevaba encima….
Y la conjunción sensorial, visual y evocadora que me dio la idea.

No sé ni cómo, acabé desparramado en uno de los mugrientos sofacillos adosados a las paredes en compañía de una de las brujas. Se desnudó. Era fea como un mono feo, pero tenía unas tetas espléndidas cuyo magreo me animó el ariete. Mas también, como la amiga de Lon Chaney, tenía rabo: un respetable rabo.

Y entonces sucedió.
Mientras le sobaba las prefabricadas ubres, el simio me izo una mamada antológica, de las mejores de mi vida; al césar lo que es del césar.
A pesar de la carga de alcohol y drogas antierección me excitó enormemente.
Y justo antes de correrme tuve el acceso visionario: una revelación de los dioses sólo para mis dilatadas pupilas.

Lon Chaney estaba apoyada en la barra, de espalda y próxima a mí –el tugurio era largo y estrecho como el rabo de una rata-, que permanecía tumbado en el sofacillo con mi atareado primate encima. Lon Chaney seguía desnuda; besaba a su novia la Consuegra, que continuaba sobre el mostrador con Asti encima, que se había quedado dormido con la picha dentro y roncaba con la sonoridad del Krakatoa en erupción. Me fijé en el culo de Lon Chaney: ¡era perfecto!, hermoso y perfecto, un doble hemisferio blanco y terso que mi mente asoció inmediatamente con el mapamundi a doble página de mi atlas del colegio… Y el pendulante rabo del primate frente a mi cara se me antojó un badajo de campana catedralicia, cuyos tañidos terminaron de galvanizar la asociación de ideas entre el globo terráqueo en dos dimensiones y el bilbainismo a ultranza, que sólo puede concebir el plano de la villa en términos planetarios:

El mapamundi de Bilbao

Vi las letras en elegante caligrafía inglesa y neón blanco sobre un luminoso fondo rojo uniforme. A los cuarenta y un años, en una letrina y en medio de una orgía de fenómenos de feria, acababa de descubrir mi misión en la vida: poner en pie El Mapamundi de Bilbao, el mejor bar de pinchos de creación del planeta.

Feliz por el hallazgo, me corrí. Me corrí tan fuerte que una luz blanca y purísima me cegó. Más que una alucinación, creo que fue la energía liberada por una par de millones de neuronas al fundirse.
El eficiente simio escupió al suelo mi licor amoroso con muy poco glamour, volvió el caretón hacia mí y me dijo:

-Has gosado, eh, cariño… Te has corrido como un rey, ¿a que sí?... Pues ¡hala!, anímate tú ahora un poco, que a mí también me gusta que me hagan cossitas…

Pensé en las palabras de Lawrence Olivier a Tony Curtis en Espartaco acerca de las preferencias entre ostras –siempre las ostras, diablos- y caracoles… Y también en que alguna vez hasta el gourmet purista se trapiá una hamburguesa con ketchup.

Las gafas de leer, que me había puesto para proteger algo mis sensibles ojos de la picante niebla nicotínica, se empañaron......"



Capítulo: 12
Versículo: 10
Autor: Juan Bas
Título: Alacranes en su tinta

Así es.
viernes, 23 septiembre, 2005, 10:04 AM - De mi para mi
Entre los hábitos culinarios y las andanzas a lomos de las cebolleras caminamos más bien que menos ya desde tiempos de María Castaña Pilonga.

No corre el pepino sino vuela un enjambre de mandriles pescadores pero….
¡Que sabrán los mandriles de esto.!

Es de tener en cuenta lo del Morcón ¡Es verdad!
Tan solo hablamos de los monótonos (para los ajenos) temas que nos subyacen, que nos corroen, que nos embargan y que nos hacen el estómago trizas.

Es verdad. Somos monotemáticos y recalcitrantes.
Pero el hecho es que no podemos evitarlo, o por lo menos el que narra.
Tan solo me dejo llevar por mi pasión.
¡Lo siento!
Sin redimirme espero …pero Lo siento.

Y es que alguna vez me han dicho los más allegados eso de “¡Si te volcaras donde debes!”. Pues sí. Sería quizás el más rico o el más amado o el más bueno pero quizás no sería el más feliz. ¡Quizás!

Pero tienen casi toda la razón al igual que mi Morcón.

Somos Asina y lo que es peor, .. No tenemos la más mínima intención de que sea de otro modo.

Pero todo esto no es ni aleatorio ni intencionado ni buscado, no. Todo esto tiene una buena razón que supongo no coincida con la de los demás.

Soy así, y como sigue la canción “no lo he inventado yo.”

Dicho lo dicho y pecho lo hecho. A lo Pancho …. Villa, o lo que es aún peor, dame un uno, dame un dos y dame un tres y tendré un uno, un dos y un tres. Que aquí no hay más magia que la que arde.


A Cuatro kilómetros
viernes, 16 septiembre, 2005, 09:10 AM - Con dos ruedas gordas
Viento como nunca, agua como siempre y un camino serpenteantemente empinado y peligroso, por los posibles vehículos que nos podíamos tropezar de frente, hizo del azar nuestro mejor aliado.
Las fuerzas estaban justitas y las birras esperando.
La bici de Chuache se desmembraba cada poco quedando su rueda trasera como un acordeón.
La escala del GPS nos erraba de situación pasándonos 400 metros de nuestra trayectoria.
Continuar sería una osadía que pocos nos habíamos planteado. El camino caía hacia el mar con un desnivel de vértigo, seguir por sendero con el temporal pasaría a ser de locos y volver sobre nuestros pasos, de tontos.
Y a mano izquierda ….. nuestro paraíso. “El Elgol Hall”
Tanta coincidencia estaba diciendonos algo, pero, ¿Qué nos decía?

Al sía siguiente la cosa seguía más o menos.
Un fuerte viento de noreste nos empujaba las alforjas hasta no dejarnos seguir.
La lluvia cortaba como cuchillas y el frío como martillo. El día estaba francamente mal y pintaban bastos.
Tan solo leves rayos de sol nos calentaba la sesera albergando ciertas esperanzas de aventura pero…..la suerte ya estaba echada.

Hicimos una cata pero… mejor no haberla hecho.
A cuatro kilómetros del paraíso, ¡de mí paraíso! A cuatro kilómetros de lo que tantas veces había estudiado, preguntado, leído y visto. A cuatro kilómetros de la bahía, ¡de mí bahía! A cuatro kilómetros de Camasunary.

Es cierto. Hicimos lo mejor que podíamos hacer como grupo. Es cierto.

Pero desgraciadamente aquella curva en el horizonte quedará grabada en mi retina junto con una lágrima y creo que en la de todos nosotros.

Ahora se lo que me quería decir.

Como se suele en estos casos
¡otra vez no será!





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