El tonto de la zanja.
domingo, 04 junio, 2006, 09:25 PM - Con dos ruedas gordas
Miguelón, saca los pies de las calas que hay gente y vas de estreno, que hay momentos en la vida donde no te la puedes jugar.
Saludo a todo el que conozco y me saludan.
90 tíos como 90 picas, amigos todos de Bicicosta en Almoradí esperan impaciente la salida de la marcha que todos los años organiza.

Como siempre copamos las últimas posiciones en pos de la tranquilidad y la discreción.
Un par de Km. de mota y tres risas que nos hacen adelantar algunos puestos y pronto nos metemos en vereda, nunca mejor dicho.
Comenzamos con una senda angosta, pedregosa y fea donde se producen los primeros atascos. Adelanto tres o cuatro puestos y me sigue mi Chuache a rueda.
Juego con el apartándome en el último momento para que se coma las zarzas, se come dos; me meto en los surcos de la lluvia para que se los trague, se traga una, y siempre detrás jugando y revoloteando conmigo cuan dos alegres cervatillos en su bosque de abetos.

Y allá enfrente una curva a derecha donde vemos que todos paran para esperar su turno. Y allá que voy yo dicharachero y remolón con más ganas de seguir con la juerga de mi perseguidor. Y allá vamos a atajar por la derecha para alcanzar antes la curva y adelantar otros cuantos campo a través.
Llego a un pequeño montículo que subo sin gran esfuerzo y me paro en su cima.

¡Coño… una zanja! Grito desconsolado quedando petrificado frente a aquel socavón estrecho por donde irá una futura tubería de riego.
50 x 50 cm. calculo yo que tendrá el susodicho boquete y allí estoy yo hábil y veloz computerizando las distancias de mi cebollera sin, aún poner pie a tierra.
No es difícil a simple vista y de peores he salido, pienso yo para mis adentros.

Desgraciadamente para mi y afortunadamente para el anfiteatro que tenía delante, calculé malamente mal.
Lo que eran 50 pasaron a 100. Horquilla y rueda se clavaron en blando sin otro final que una aparatosa voltereta, un orgullo herido y un futuro incierto.

Se hizo el silencio y nadie movió un dedo. Nadie habló pero todos decían algo cuando salí del hueco con la bici en mi chepa. Todos callaban gritando y miraban con estupor el resurgir de un….. caído en desdicha.
Todo cambió de repente en mi vida… y a mi edad.
A partir de ahora cualquier carcajada, mirada o cuchicheo pondría mis mejillas como un tomate y mi imaginación en marcha.

¡Allá va el de la Epic negra!
Negra zaina como los toros bravos hincando cuernos y dando la voltereta.
¡Ese ya va picao! ¡Que le cambien de tercio que ya le sobra una puya!

¡Allá va el de la Epic negra!
¡Ahí va .. el tonto de la zanja!


Mis Mejores 30 Km.
miércoles, 22 marzo, 2006, 11:30 AM - Con dos ruedas gordas
No pude evitar el llanto cuando por fin crucé la meta en la vecina localidad de Cehegín.

De antológica podemos calificar esta VI Marcha cicloturista de la Vía Verde con comienzo en la ciudad de El niño de Mula y final en el bar El Mesoncito de la citada población murciana.

Nadie hacía presagiar la dureza de su último kilómetro cuando a hora y media cruzábamos por la primera meta volante situada en la plaza del ayuntamiento de Cehegín. Treinta kilómetros sorteando puentes, baches, richonins, Bobmarleys y globeros de todas las condiciones, calcetines y sexos.

La media hasta el momento había sido bastante buena teniendo en cuenta los anteriores obstáculos y algún que otro desmayo del líder.

Tras ataviarnos con el maiot blanco de la meta volante y ser agasajados con distintos productos de la tierra así como de una mierda de bolsa de naranjas y dos limones, afrontábamos nuestro último kilómetro con estoicidad y gallardía sin saber hasta que punto mil metros pueden determinar el adjetivo de un simple domingo.

Cinco horas y media (con una media de 0,18 Km/horas) fue la duración de este último kilómetro que daría forma a lo que en un futuro podría ser un clásico en nuestras peregrinaciones.

La proximidad a las poblaciones de Abarán y Cieza consiguió (en cuanto a Frikyes per cápita ) ese entorno armónico necesario en cualquier ruta para nutrirnos del arte autóctono, la cultura y saber popular de las ciudades por donde pasa y en particular de esta insigne ciudad de Cehegín.

Pero si de Antológico hemos calificado al último kilómetro no menos podemos hacer con los últimos tres metros elevándolos al exponencial concepto de lo sublime. Ni en el más rebuscado de mis sueños podría encontrar tanta lujuria como en aquellos tres impresionantes metros de El Mesoncico que hizo que nuestro sufrimiento pasara del segundo al vigésimo tercer plano.

El Mesoncico ha pasado a formar parte de nuestras vidas con el ímpetu de lo que importa, de lo que merece la pena, de lo que deja huella. El Mesoncico obtiene nuestra categoría de IMPORTANTE y quedará en nuestras retinas con una fuerza que tan solo en contadas ocasiones se consigue.

Y cuando llegé a la meta ….. lloré.

Duración : 7 Horas
Dificultad: Alta

Escrito el 11 de Abril del 2005 en el Foro

LA PÁJARA
jueves, 10 noviembre, 2005, 09:41 AM - Con dos ruedas gordas


La pájara es aquello que pone al hombre en su sitio.
La pájara es una especie de padre que vela por que su hijo no se le vaya por el mal camino, por los derroteros de la prepotencia.

Es el yunque de los sueños, la colleja del creído, el sunami del orgullo.

La pájara no avisa, no llama a nadie, no te das cuenta hasta que ya es tarde.
Siempre te pilla subiendo y siempre te pilla a ti.

Poco a poco te vas quedando solo en tu silencio y con tus pensamientos; que cada vez son menos comprensibles.
Te paras, respiras si puedes y te tomas otra glucosa si la tienes. Miras la serpenteante senda que se empina delante de tu mirada y ves tu soledad. Te preguntas donde coño estás, quien te ha metido en este berenjenal y cómo cojones vas a salir de aquello.

Te montas de nuevo y a batidora “parriba” hasta no sabes donde volverás a poner pie a tierra; cuentas las piedras que te joden el camino y los caminos que te joden las piernas; empiezas a pensar que eres una pifia de hombre, que todos los demás van mejor que tu y que retrasas hasta en Canarias.

Y el problema más grave es que no tiene remedio. No hay pomada, sobrecito, pastilla, milagro o droga que pueda parar la pájara cuando la tienes encima.

Bueno, sí. Hay una solución.

Te paras, bajas lentamente de la bici, te agachas con los brazos en jarras y mirando una piedra cuya forma te recuerda a la de una piedra, respiras hondo, respiras profundo, respiras si puedes y te cagas en todo el santoral en orden aleatorio.
Aunque lo peor está por llegar. Es cuando se te cruzan los sentimientos con los pensamientos. En estos momentos, cuando tu corazón marcha a 170 pulsaciones y el sol te da en pleno bulbo raquídeo, es cuando se nos ocurren las más trágicas y perversas acciones: Coger la bici y mandarla a tomar por culo por el barranco de tu izquierda.

Luego recuerdas aquel primer día que cogiste una bici y te gustó. Lo comparas y sacas en conclusión que quizás no fuera la misma bici.
Te sientas en una piedra lo más alejado a la herramienta, la miras, te mira y te habla.
No la oyes y te acercas. Sigues sin oírlo y pegas el oído al cuadro.
Por fin lo escuchas.
Dice: Tresmilllllllllllleurossssssssss

Te levantas asustado, miras al cielo, luego a la tierra, sueltas la última bocanada de aire, coges la bici resignado, te montas en los tresmileuros y con más ainco que fuerza pedaleas, de nuevo, con el orgullo tan roto como las piernas y con un “sun sun” en tu cabeza que te recuerda lo mucho que amas el monte, la naturaleza y el dinero.

Así que lo dicho, que cuando te da la pájara te jodes pero aprendes.

Viva la pájara
Viva el vino
Viva España.


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