Codo a la Llauna (Prades 15/11/2008)
miércoles, 17 diciembre, 2008, 10:16 AM - Con dos ruedas gordas

Por fin ya estoy operativo para escribir en el ordenador, ... sí, sí... ya se que no es excusa, que la técnica del boli también era buena pero... bueno... también es importante el momento y la inspiración.

Recuerdo aquellos momentos y aun me dan escalofríos y siento algo de miedo. No se si os pasa a vosotros pero cuando algo me da “repelú” o “grima” o que se yo, un retortijón se apropia de mis partes bajas y atraviesa como si de una aguja de ganchillo se tratase todo mi ser y el de esa cosa pequeña y arrugada que nos cuelga. Pues esa es la sensación que tengo. También se me pasan cosas tontas por la cabeza de las que luego me arrepentiré pero bueno, ya llegará el momento. (de arrepentirme digo)

Recuerdo muchos momentos de aquel fin de semana... recuerdo los caracoles, la caja de corcho, el interruptor en el culo, el hielo en mi bici, los saltos, a falete, a la del camping hablándome en catalán, la camiseta rota, las firmas, aquella magnífica jeringuilla con aquel maravilloso líquido, el resplandor de la manta térmica, a mi amigo Venancio acumulando leña por si acaso, al aceite en mi disco, esa frase maravillosa de “llevamos cinco horas... nos quedan tres”, al vino del Mercadona, la abuela motera de Ricard, la minuciosidad de Bert, la resignación de Diesel, la risa floja de Toni, la mononucleosis de Oscar, el miedo de Krol, el Hamilton del Flores y tantos tantos otros que no quisiera olvidarme de nadie aunque lo haga.

Son muchos muchos momentos pero ninguno supera a uno que tendré todo el resto de mi vida. Quizás sea una tontuna de viejuno y una memez de alguien que no ha sufrido situaciones parecidas.... aunque el veros a todos muertos de frío, esperándome a la falda de aquel monte para darme ánimos, es algo que difícilmente se me quita de la retina.... ni quiero.

Pues la cosa comenzó allá por primeros de noviembre cuando, en un alarde de valentía y osadía, le comenté a mi amigo Venancio la idea que leía por los infraforos del MTB.

¡yo no valgo una mierda pero me apetece meterme dos rutones de esos que los “Troncos” desayunan! Y como mi amigo Venancio está siempre dispuesto a darme la razón... .pues nos pusimos a dar pedales como locos en nuestras estáticas para no desentonar.

Nuestro segundo plan fue engañar a Flores (que es mu tontico y a to se apunta) para que nos hiciera de hombre goma y dejar el pabellón levantino en to lo alto con un par de huevos (nosotros) y una picha en medio (el Flores).

El viernes 14 de Noviembre partíamos como los tres mosqueteros desde Orihuelica del señor y rumbo a Prades, Tarragona, Cataluña etc. etc. en busca de un montón de tíos, una tía y un puñao de caracoles.

Llegamos sobre las 10 al camping de Prades, abrazos efusivos a los conocidos y presentaciones breves a los por conocer. Me pusieron un tercio en una mano que sacaron de una caja de corcho con más historia y mierda que la sábana santa, algo comestible en la otra, dos vueltas, una patá en el culo y a cenar que ya llegamos tarde.


Sopica y lomo de algo nos llevaron a la tertulia donde conocimos las facetas ocultas del hombre de agua y dimos cuenta del pacharán y de cigarricos de la risa (varios) para irnos a dormir calenticos, que fuera hacía mucho frío.


A la mañana siguiente aparecieron todos los coches y las bicis congeladas y tras unas risas mañaneras y un desayuno continental nos fuimos a Poblet donde teníamos la salida por aquellos lugares de dios.

Pista de “la Pena” (magnífico nombre para definir nuestra forma física) y alternando pista con sendas (la de Matarrucs) donde vimos unos preciosos hornos de leña y un precioso pozo de hielo (el de Poblet) que me recordó mucho a los de Sierra Espuña.

Pista de subida hasta la fuente del Sport donde cogimos un sendero que nos llevó al mirador de la Pena (preciosas vistas al Pirineo) donde unos “andarines” nos obsequiaron con unas energéticas pastas de canela y ánimos para seguir la ruta.

LLaneo por unas sendas subebaja pero técnicas y muy divertidas, saltos de Ricard y otro (perdona, no recuerdo tu nombre) que nos demostraron que los amortiguadores de Aire también trabajan y.... pronto llegamos a Mola d’Estat con su balcón de vistas al Mediterraneo donde nos zampamos un pequeño tentempié.

De aquí enlazamos con algunas sendas rápidas (Gil, Smith y rápida) y la pista hasta llegar al Pic del Aguila.
En las bajadas se hacían parones porque éramos muchos. Como a servidora no le gusta ni molestar ni que le molesten pues nos esperábamos a los últimos y dejábamos una distancia prudencial. Flores grababa la bajada y Carlos y yo hacíamos de liebre por lo que en una de esas bajadas a saco por aquellas sendas de dios, nos perdimos del itinerario y nos pasamos del cruce de sendas intentando hacerle un Hamilton a Diesel. Lo conseguimos pero cuando nos dimos cuenta volvíamos a pasar por el Mirador de la Pena, lo que suponía que nos habíamos perdido. Así que el Flores, Carlos, Diesel y yo llamamos a Ricard que nos puso de nuevo en camino que no era otro que volver a subir todo lo anteriorrrrrrrrr ... ¿quieres caldo? .. toma dos tazas.


Arriba torcimos a izquierda y llegamos al cortafuegos dels plans de San Joan que bajamos hasta la reunión donde nos esperaban los demás. Trialera que nos llevó a San Joan de la Montanya que es una ermita esculpida en la roca donde hicimos la parada de la comida.
Ya eran las tres y media de la tarde y poca luz nos quedaba así que decidimos no quitarnos las protecciones, comer rápido y afrontar una bajada cojonuda con la que algunos ya llevaban tiempo soñando.... pero nos dimos cuenta de un pequeño detalle, bueno, más bien Ricard se dio cuenta de un pequeño detalle.. ... así que convocó y dejó al pueblo llano que se expresara. ¡llevamos 5 horas de bici y nos quedan 3! .... esa frase es para enmarcar... ¡pero son las 4 y a las 6 no se ve tres en un burro!... ¿que hacemos?

La razón imperó sobre las ganas de una buena bajada y decidimos acortar la ruta en hora y media y atajar hacia los coches que aún andaban altos.

Visita a la ermita (que ahora hay tiempo) y tras haber comido con las protecciones nos las quitamos que tan solo hay un trámite hasta la pista de ascenso.... Craso error.


Tras el deleite de unos saltos de nuestro anfitrión y sherpa, decidimos seguir ruta. Flores me graba con su cascocam y afrontamos unos escalones, curva a derecha, descanso y giro a izquierdas por unos escalones que resbalan más que el jabón de Marsella. Espero al Flores pa seguir y paso un estrecho tocando los tobillos y .......

bueno, de ese y recuerdo más bien poco y menos de la razón por la que me caí. Solo que el paso no era ni mucho menos complicado. Había varias piedras en medio pero nada del otro mundo como para desmontar como lo hice. Recuerdo un supermán a izquierdas completo. Otras veces he descalado y no pasa nada pero esta vez no pude hacerlo. Caí con el brazo izquierdo extendido y apoyé para no dar voltereta con la mala suerte de ir descontrolado. Todo el peso de mi cuerpo se lo llevó el codo que se salió con la facilidad que se abre un bote de garbanzos (cámbiese por la comida que más guste). En ese momento comenzó a pasar un montón de imágenes por mi cabeza y comencé a gritar..... si gritar aunque más por rabia que por dolor hasta que éste se adueñó a los pocos segundos de todo el brazo.


Me atendieron Flores, Carlos y Diesel en los primeros momentos y luego vinieron los demás a socorrerme. Venancio llegó más blanco que yo al verme y se hizo cargo de la situación. Como pudimos nos pusimos en marcha y “a paso carreta” para sortear la senda que nos tocaba bajar. A cada golpe de talón aquello desencadenaba un dolor como pocas veces había tenido. Media hora o más duró el suplicio hasta llegar a la pista de la santísima Trinitat donde todos los demás esperaban. Los ibuprofenos que me había zampado comenzaron a hacer efecto aunque con cualquier mínimo movimiento comenzaba a ver constelaciones y a la Trinitat esa. En la pista me acostaron y me obsequiaron con un bonito regalo... un envoltorio de caramelo que alguien tenía muchas ganas de sacar. Me agasajaron entre risas y me pusieron una manta térmica para poder ser visto desde cualquier rincón de la tierra.
Fueron los mejores momentos chicos, en serio. Que buenas risas, con dolor pero las mejores.

La ambulancia ya estaba en marcha y lo siguiente era coger los coches para poder volver con las bicis, así que me dejaron con Veni y la mantita en aquella pista.


Pronto comenzó a oscurecer y a perderse los poderes mágicos de aquella manta y comenzó a hacer un frío horrible así que Venancio comenzó con el segundo plan y se puso a recoger leña seca de todos sitios hasta que consiguió hacer un montón como una falla valenciana. ¡Tú no pasas frío mientras hayan pinos en este monte! me dijo con una rotundidad que no albergaba ninguna duda (te quiero tío, no solo por eso, lo sabes, pero te quiero).

Y allí pasaba el tiempo y nadie venía a por nosotros. Vimos a dos chavales que andaban corriendo por la zona y se interesaron por nosotros. No daban crédito a lo que estaba tardando la ambulancia ya que hacía más de dos horas que esperábamos en la pista. Claro, nosotros no sabíamos nada de nada. Un par de llamadas infructuosas hasta que pillamos al Flores que le entendimos.... “Suben andando con una camilla a recogeos”... Nos miramos Venancio y yo y no podíamos dar crédito. ¿¿¿En una camilla me van a bajar dos kilómetros por una pista??? ¡Me destrozan el brazo! ¡quita, quita si he andado medio kilómetro también puedo otros dos por pista! Así que me levanté como pude y me ayudaron y para abajo ya con la fresca.

Cuando llevábamos algunos metros vimos un todoterreno de los mossos que venían a por nosotros. Me monté y de nuevo hacia arriba para poder dar la vuelta. Maldita la hora que me monté en aquel coche. Cualquier bache de aquel todoterreno era como si me retorcieran el brazo con un tanque. De bajada ya era un poco menos doloroso aunque bufffff .. como dolía.

Al llegar abajo estaban todos esperando y un montón de mossos así como los médicos me rodearon y me comenzaron a pedir perdón, interesarse por mí etc etc. Yo no lo comprendía el porqué de aquel agasajo. Había estado cuatro horas en un monte esperando a la ambulancia pero bueno, yo no sabía cuando podría llegar a tardar, si el acceso era mejor o peor.. no se, no piensas en una situación así.

Me metieron en la ambulancia sin poderme despedir de todos mis amigos y compañeros de ruta y por fin Marta (la auxiliar de la ambulancia, creo que se llama así) me contó la odisea que ellos también habían pasado.

No es plan de quejarme en estas lineas de gente que, en definitiva, solo quería ayudarme.. Simplemente pido un poco de coherencia o mejor coordinación entre los que tienen la potestad de salvar vidas. En definitiva, a mi no me hizo falta un salvamento rápido ya que solo era una dislocación aunque si hubiese habido rotura con desangramiento ... entonces, quizás esas cuatro horas no me hubiesen bastado.


Todo lo demás ya fue muy rodado y de un comportamiento ejemplar. Tanto Marta como su compañero, los médicos que me vieron en el centro de salud, las enfermeras (que guapas que son las del Pius Hospital de Valls) y al Dr. Mariano Breton, el médico que me atendió (expléndido). He de decir, que merece la pena caerse en la bici solo para que te lleven a ese hospital. Me rompieron mi camiseta de los Celtis sí, me la rompieron ...... pero os perdono. Gracias Marta por intentar que no me la rompieran.


Luego de camino al camping donde cenamos los famosos cargols a la llauna, comentamos las batallitas del día donde desgraciadamente fui protagonista y me firmaran en mi rota camiseta de los Celtis que guardaré como oro en paño y en memoria de tan grande día.

Un saludo a todos y un agradecimiento enorme a todos los protagonistas de esta historia que sin mi torpeza hubiera tenido tintes mucho menos escatológicos.

Gracias de verdad...... A todos



Cosas de Crios II
viernes, 07 marzo, 2008, 05:32 PM - Cosas de Crios
El PVC arde y cuando lo hace lo hace de una manera descomunal, desorientada, arbitraria y salvaje.

Allá por los años de María castaña, cuando el árbol de navidad se ponía el 24 de Diciembre por la mañana, no ha mucho que vivía un hidalgo. Semblante antiguo, tirillas flaco y algo sufridor al que le gustaba más bien poco estarse quieto.

No ha más que inventarse tretas y piruetas para hacerle más feliz la vida, a él, y difícil a ellos.
Un buen día decidió probar con la química y más concretamente con la más elemental de ellas. El fuego.

Las películas en B/N de tarzán de los monos eran fuentes inagotables de ideas para los más inquietos.
En aquellas cuevas infinitas, donde los monos se escondían, los porteadores utilizaban unos largos palos de madera de cuya punta manaba fuego y que le servía de linterna para adentrarse en tan descomunal oscuridad.

Varios intentos por conseguir tal efecto me dio en reconocer que, sin algún material enrollado en la punta del palo, aquello no podía nunca chutar. Así que comencé a enrollar diversos materiales hasta dar con el más idóneo. Por su facilidad de manejo, su fácil de encontrar, su durabilidad con las llamas, por su voracidad, porque no necesitaba de ningún otro material para sujetarlo en el palo y por un bonito y decoroso humo negro, me decanté por el PVC, más conocido como plástico.
Todo eran ventajas. Vivimos unos días muy felices los dos juntos hasta que descubrí que tenía un pequeño inconveniente que si en un principio fue un gran descubrimiento, a la postre fue su fin.

El plástico goteaba.
A grandes cantidades enrolladas en el palo y cuando más ardía, el plástico empezaba a gotear como si de un grifo roto se tratara. Aunque lo que goteaba no era precisamente agua si no una lágrima ardiente que en su caída emitía un ruido infernal que, por lo menos a mi, me hipnotizaba.

Tal era la influencia que ejercía sobre mi aquel ruido que me obligaba a experimentar nuevas y excitantes tretas.

Mucho antes de la existencia de la secadora y mucho después del atizador, la colada se colgaba diariamente el los, ya en desuso, tendederos que cada vecino (en desuso) teníamos en el patio de luces (también en desuso). Colocabansé un plástico cubridor de la colada para que el vecino de arriba no mojara al de abajo con la ropa que aún salía húmeda de la lavadora. Y ese fue mi fin.

Un buen/mal día se me ocurrió lo que ya os estáis imaginando.

El fuego ha sido mi perdición toda mi vida y la de este día lo heredarán mis hijos.

La sinfonía que se formó fue de tal calibre que ni la más reputada filarmónica hubiera podido conseguir un sonido tan armónico y delirante. El plástico de mi tendedero en el cuarto gorgoteaba armonioso hasta el tercero y este al segundo y al primero y por fin al suelo. Pitidos de todos los calibres silbando al unísono como si de una caída de meteoritos se tratase. Fuego fuego y más fuego. Jamás en la vida he disfrutado tanto hasta que desperté de la hipnosis.

No recuerdo el castigo que me pusieron, no lo recuerdo. Pero creo que no he tenido reyes desde entonces y la paga se rebajó al salario mínimo interprofesional de la época. Total ... para cuatro jerséis cinco camisetas y seis bragas de nada.
¡Los padres de ahora no somos como los de antes!


Cosas de Crios
viernes, 07 marzo, 2008, 05:10 PM - Cosas de Crios
Llegaba de Torrevieja con unos cuantos trucos aprendidos en mi verano de hace algunos.
Uno de ellos era el de hacer unas ballestas con dos palos en cruz y una goma. Goma y flecha la pillaba una pinza de madera que se anclaba en la parte inferior de la ballesta.
El truco no estaba en esta rudimentaria arma sinó más bien en la confección de la flecha.
Debía de ser de una caña muy fina o en su defecto de los palos de los cohetes. En la punta se le metía una púa clavada hacia adentro y se tapaba todo con gomas elásticas en cantidad suficiente para no hacer daño y actuar de contrapeso.
En la otra punta (o culo) una V para encajar la goma.

El salvajismo y la libertad que tenía en Torrevieja se truncaba en la soledad del cuarto piso de Orihuela.
Desgraciadamente (no para mi, que no se para quien) este hecho me obligaba a la invención, preparación y organización de otros métodos de diversión distintos a los del verano.

Frente a mi edificio donde ahora hay un bonito jardín con dos oliveras y una farola, antes existía un solar vallado con un muro de ladrillos y toda clase de escombros en su interior. Había muebles rotos, bolsas de basura, escombros de obras, matas secas, cañas, somieles, colchones y un sin fin de cosas que la gente tiraba en aquella guarida de ratas.

Asomado al balcón y mirando hacia aquella mancha frente a mí se me ocurrió lo que nunca (o antes que lo hubiera hecho) se me tendría que haber ocurrido.

Hacía poco había visto una película de vaqueros (no recuerdo cual) y lo vi muy clarito. Cogí la ballesta escondida en la parte superior de mi armario, las flechas y me dispuse en el balcón a hacer (nuca mejor dicho)el indio.
Se tornó monotonía al tener que bajar tres veces para recoger las flechas desperdigadas por el solar. Entonces fue cuando Hefesto (dios griego del fuego y de los metales hijo de Zeus y Hera) me iluminó con su antorcha divina.
Corrí presto al aseo donde mi madre guardaba el botiquín con medicamentos y demás aperos. Cogí algodón y alcohol y fui al balcón donde tenía los otros baluartes.
Rodeé una flecha con algodón en su punta y lo fijé con hilo de palomar. Lo mismo hice con dos o tres flechas más.
Mojé la punta de la flecha en abundante alcohol y la dispuse en la ballesta. Prendí con un mechero fuego y ....
Me sobró con una.
Mi pericia con las armas y la anterior preparación hizo que la flecha fuera a parar justo al centro de un colchón que yacía blanco poluto en medio del solar. La sequedad de septiembre y la cantidad de basura, madera y plástico hizo de aquello un infierno difícil de describir.

Corrí a esconderme y a ordenar todos los aperos donde estaban en un principio.

Me mee en los pantalones viendo aquella hecatombe que los bomberos intentaban apagar. Todos asomados a los balcones y con las manos en la cabeza.
Todos menos yo escondido tras la persiana mirando por uno de sus pequeños orificios y rezando mil padrenuestros para que nadie me señalase.

Nadie me vio, nadie me preguntó, nadie se dio cuenta de mi presencia ni de mis tretas.

Creo que fue la última vez que jugué con ballestas pero no con el fuego que ya contaré.



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