LA PÁJARA
jueves, 10 noviembre, 2005, 09:41 AM - Con dos ruedas gordas


La pájara es aquello que pone al hombre en su sitio.
La pájara es una especie de padre que vela por que su hijo no se le vaya por el mal camino, por los derroteros de la prepotencia.

Es el yunque de los sueños, la colleja del creído, el sunami del orgullo.

La pájara no avisa, no llama a nadie, no te das cuenta hasta que ya es tarde.
Siempre te pilla subiendo y siempre te pilla a ti.

Poco a poco te vas quedando solo en tu silencio y con tus pensamientos; que cada vez son menos comprensibles.
Te paras, respiras si puedes y te tomas otra glucosa si la tienes. Miras la serpenteante senda que se empina delante de tu mirada y ves tu soledad. Te preguntas donde coño estás, quien te ha metido en este berenjenal y cómo cojones vas a salir de aquello.

Te montas de nuevo y a batidora “parriba” hasta no sabes donde volverás a poner pie a tierra; cuentas las piedras que te joden el camino y los caminos que te joden las piernas; empiezas a pensar que eres una pifia de hombre, que todos los demás van mejor que tu y que retrasas hasta en Canarias.

Y el problema más grave es que no tiene remedio. No hay pomada, sobrecito, pastilla, milagro o droga que pueda parar la pájara cuando la tienes encima.

Bueno, sí. Hay una solución.

Te paras, bajas lentamente de la bici, te agachas con los brazos en jarras y mirando una piedra cuya forma te recuerda a la de una piedra, respiras hondo, respiras profundo, respiras si puedes y te cagas en todo el santoral en orden aleatorio.
Aunque lo peor está por llegar. Es cuando se te cruzan los sentimientos con los pensamientos. En estos momentos, cuando tu corazón marcha a 170 pulsaciones y el sol te da en pleno bulbo raquídeo, es cuando se nos ocurren las más trágicas y perversas acciones: Coger la bici y mandarla a tomar por culo por el barranco de tu izquierda.

Luego recuerdas aquel primer día que cogiste una bici y te gustó. Lo comparas y sacas en conclusión que quizás no fuera la misma bici.
Te sientas en una piedra lo más alejado a la herramienta, la miras, te mira y te habla.
No la oyes y te acercas. Sigues sin oírlo y pegas el oído al cuadro.
Por fin lo escuchas.
Dice: Tresmilllllllllllleurossssssssss

Te levantas asustado, miras al cielo, luego a la tierra, sueltas la última bocanada de aire, coges la bici resignado, te montas en los tresmileuros y con más ainco que fuerza pedaleas, de nuevo, con el orgullo tan roto como las piernas y con un “sun sun” en tu cabeza que te recuerda lo mucho que amas el monte, la naturaleza y el dinero.

Así que lo dicho, que cuando te da la pájara te jodes pero aprendes.

Viva la pájara
Viva el vino
Viva España.

LOS ONCE DEL PATÍBULO
viernes, 14 octubre, 2005, 09:58 AM - Con dos ruedas gordas
Mira ese creo que es Zascar que viene con MN.
Y esos….. Uy uy uy, esos richonis.
Ésos nos retrasan ya verás, no llegamos a Orihuela ni a dormir.

Hola, hola que tal,
Tu debes ser….. zascar y tu MN.
Yo soy Africa y este es Simón.

Yo soy Manolico, soy torero y estos son mis picadores. Vamos?

Comenzamos a subir las mil curvas con una soltura importante, siguiendo al lider que en ese momento (y en todos) era Simón.
Estaba contento, tan solo tres días atrás y fruto de una pequeña duda que me inquietaba sobre el itinerario a seguir surgió esta mini quedada que ahora emprendíamos.
11 individuos cada uno de ellos de un padre y una madre, que, sin conocernos habíamos quedado en medio de una sierra y con el único parecido de tener lo mismo entre las piernas…… una bicicleta.

LOS 11 DEL PATÍBULO.

Llegamos al descanso de las mil curvas. Simón mira el reloj y dices… Vamos bien de tiempo.. mirando a Africa con complicidad. Esta hace una mueca rara y asiente. Bueno…
Y a bajar de nuevo hasta el Paleto.
A todos se nos queda una cara de felicidad por esta coqueta bajada llena de rocas. No la conocíamos y eso nos gusta. Habíamos tomado la primeras infusión de adrenalina.

Cogemos el rápido y para arriba.
La alegría del principio se me tornó tristeza. Uno tras otro comenzaron a pasarme. MN pegado a Simón, Chuache siguiendolo. Pitando detrás tenía a Zascar que pasa como un cohete. Turmix levantando polvo con su típica cadencia que le da nombre, TorreCeutí …. TorreCeutí 2 (ostia los richoni) Africa (ostia África) P.Mora …. Mi moral por los suelos. Me hecho a llorar, nadie me ve. Me consuelo pensando que en algún lugar del mundo habrá alguien que me quiera como soy.
Reunión en el cruce de sendas. Primeros aplausos y vítores. …..¡Esto no puede acabar bien!.¡ y acabamos de empezar!

Bermeja, 7 hermanos … to pariba.
P.Mora me dice…. Que bonitas sendas.
Si si cabrón… tu que las ves. ¿Tienes glucosa?.. o mejor ¿tienes morfina?
Nueva reunión, todos esperándome. Fotos.
Ves como si que somos globeros África? Pero de los grandes.

No te preocupes dice Simón mirando a Africa de soslayo. Vamos bien de tiempo, son las 12. ¡Ahora es todo llano hasta una senda que llega a la Casa de Labores!

Animado por los comentarios de Simón y por el chupito de glucosa con cafeína que me había endiñao me puse a ritmo de pelotón. Poco a poco se fue empinando la cosa hasta ángulos de difícil trato. Piedra suelta y trialeras profundísimas que hacían de mi bici un lastre y de mis piernas un flan.
¿¿¿¿Llano???? Llano es el pueblo, aquello era un demonio.

Lo único llano que había por allí era mi cerebro que en esos momentos tan solo podía pensar en como sobrevivir.
Mira si era llana que la senda la subí casi entera andando.

Pero . Aun quedaba lo peor.
Quedaban las zetas que le había oído a Simón.
Pero… ¿Qué coño eran las zetas?
Pues como su propio nombre indica, las zetas son la última letra de nuestro abecedario, que traducido a mi penosa situación era el final, el remate, la guinda, el postre o la puntilla.

Se acabó aquella pesadilla llegando a la Casa de Labores.
Dos hombres se apeaban de la ruta y seguían otros pasos. Eran P.Mora y Turmix a los que oír hablar del Salvaje les da un respeto que otros deberíamos tener.
Juro por dios que me hubiera ido con ellos. Pero una voz interior, un ángel o la reacción alérgica a la glucosa guió mis pasos al lado oscuro de la fuerza. A la fuerza de la gravedad, al poder infinito de la adrenalina. Al Sendero Salvaje.

Sufrí como un negro para llegar a la base del cielo. Me dieron rampas varias veces, me tomé otro sobre de glucosa que me dio Africa (gracias). Me ayudaron y empujaron Chuache y MN (Gracias, gracias). Me esperaron los demás (muchas gracias). Rompí la cadena y por poco me rompo la crisma.

Lo demás que recuerdo es solo placer.
Simón nos guió como lucifer en el purgatorio.
Salvaje, Mina de Carbón y Rompe Bicis fueron los compañeros de bajada.
Solo se oían golpe de cuadros, de cadena, frenazos, piedras cayendo por el torrente, piedras volando a tu lado.

Zascar completó el grupo y no nos abrazamos porque somos muy machos.

Luego unas cañas y a comentar lo vivido.
Y…. se me pasó el mal humor.



A Cuatro kilómetros
viernes, 16 septiembre, 2005, 09:10 AM - Con dos ruedas gordas
Viento como nunca, agua como siempre y un camino serpenteantemente empinado y peligroso, por los posibles vehículos que nos podíamos tropezar de frente, hizo del azar nuestro mejor aliado.
Las fuerzas estaban justitas y las birras esperando.
La bici de Chuache se desmembraba cada poco quedando su rueda trasera como un acordeón.
La escala del GPS nos erraba de situación pasándonos 400 metros de nuestra trayectoria.
Continuar sería una osadía que pocos nos habíamos planteado. El camino caía hacia el mar con un desnivel de vértigo, seguir por sendero con el temporal pasaría a ser de locos y volver sobre nuestros pasos, de tontos.
Y a mano izquierda ….. nuestro paraíso. “El Elgol Hall”
Tanta coincidencia estaba diciendonos algo, pero, ¿Qué nos decía?

Al sía siguiente la cosa seguía más o menos.
Un fuerte viento de noreste nos empujaba las alforjas hasta no dejarnos seguir.
La lluvia cortaba como cuchillas y el frío como martillo. El día estaba francamente mal y pintaban bastos.
Tan solo leves rayos de sol nos calentaba la sesera albergando ciertas esperanzas de aventura pero…..la suerte ya estaba echada.

Hicimos una cata pero… mejor no haberla hecho.
A cuatro kilómetros del paraíso, ¡de mí paraíso! A cuatro kilómetros de lo que tantas veces había estudiado, preguntado, leído y visto. A cuatro kilómetros de la bahía, ¡de mí bahía! A cuatro kilómetros de Camasunary.

Es cierto. Hicimos lo mejor que podíamos hacer como grupo. Es cierto.

Pero desgraciadamente aquella curva en el horizonte quedará grabada en mi retina junto con una lágrima y creo que en la de todos nosotros.

Ahora se lo que me quería decir.

Como se suele en estos casos
¡otra vez no será!





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