Mi Amigo El Negrete (Part 3)
viernes, 07 octubre, 2005, 11:28 AM - Idas de bola
Pegó un salto mi querido negrete y dijo:
Jesús, María y Jose, que mal lo he pasao dios mío.
Con estas palabras se asomó de nuevo mi amigo a la vida.
Trasteaba yo en mi mundo con los utensilios que se me había puesto a la mano cuando debajo de la bomba del frigorífico (ahora ya lo sabía) oí los alaridos desorientados de un ente en peligro.
Agarré una cucharilla de café que el oxido había roído y el tiempo olvidado y me dispuse a salir de mi escondite con la única idea de socorrer los gritos de angustia que escuchaba.
Esa voz me era familiar. En el mimbreo se escuchaba un algo diferente pero en el fondo me era totalmente familiar. ¿De que o de quien me podía sonar esos gritos? ¿Quién podría estar en peligro? ¿y que sería el peligro que le acechaba?.
Con la cautela que mis seis patas me permitían y con mil ojos (nunca me había parado a contarlos) me decidí ir en la ayuda de lo que consideré en esos momentos una “ayuda social”.
Los primeros pasos fueron más bien torpes debido al atrofie que mis huesos heredaron de esa larga cautividad forzada en el interior del mecanismo del frigorífico.
Mi torpeza a la hora de andar no lo era tanto por los movimientos poco armónico de mis extremidades como de mi despiste visual. No estaba acostumbrado a tan largos paseos y mucho menos a hacerlos hacia atrás. Así que decidir ir con más cautela que de costumbre.

Por otro lado mi amigo el negrete se debatía entre la vida y la muerte tras un lecho acuoso anaranjado que no dejaba nada más que a media branquia tomar el un poco del mucho oxigeno que necesitaba. Movía su cola anaranjada por el hervor desesperadamente y con vitalidad chapoteando todo lo que le rodeaba. De su boca tan solo susurros de auxilio, odas a los capellanes y un sin fin de nombres de peces que enseguida asocié al santoral de los acuarios.

Una gota me calló en el lomo y de repente deduje enseguida la situación, desconcierto y ubicación del que gritaba.
Miré hacia arriba con estupor para descubrir que tras las largas columnas de madera existía un techo en cuyo borde manaba una hilera viscosa amarillenta en cuyo extremo terminaba precipitándose hacia el abismo donde yo me encontraba. Miré hacia abajo y descubrí que me encontraba metido en un gran charco naranja que me llegaban hasta, lo que supuse, eran tobillos de mis seis patas.
Y me surgió la gran duda de cómo coño llegaría yo allí arriba.

Y los gritos se hicieron cada vez menos audibles……….

(continuará)


ODIO
viernes, 29 julio, 2005, 11:03 AM - Idas de bola
A Mister Proper, a La mujer que viene del futuro, al oso de Mimosín, al primo de Zumosol, a super Bomer, a Pipo, a las Muñecas de Famosa, a Ronal Mc.Donals, a todas las Barbies, a los jabones Marsella, .....a todos los demás ..... Master Card

Ayer salí de moro, Ayer salí agusto
sábado, 16 julio, 2005, 11:50 AM - Idas de bola

Horas antes a la ansiada cita, mi estómago ya albergaba los acostumbrados tembleques que caracterizan estos eventos.

Las pelotas se asentaban como piedras en lo más recóndito de mis entrañas rozando la parte izquierda del intestino delgado justo donde el colon nunca descubrió América.

Una leve siesta precedió al cónclave presidido por nuestro más fiel y honorable camarlengo Turmix que nos acogió en su morada con toda suerte de mejunjes, brebajes y hasta una agradable película de Manolo García cuya banda sonora duraba mucho más de lo imaginable y apetecible.

Allí denotamos una disponibilidad extrema en lo tocante al orden en la fila, cantamos odas a nuestros seres y enseres más queridos, conversamos en ruso con dos comunitarios venidos a menos, vimos el tercer anillo tórico del intestino grueso de Chuache y hasta departimos opiniones a diestro y siniestro en lo concerniente al peculiar paralelismo entre el culo de un mandril y nuestra filosofía trascendental de ver los moros y los cristianos.

En definitiva que nos mojamos hasta el punto de la jota, nos vestimos con lo que habíamos traído y bebido y ordenamos los pañuelos en una sucesión tan aritmética como absurda donde la tabla del dos cobra su máximo esplendor.

Con el paso más marcial que conocíamos y con el que menos dirigimos nuestros dichos hacia la kábila sin más objetivo que prestar cumplido cumplimiento al sublime mandamiento que todo Moro que se precie tiene a bien merecer…. “El desfile”

Tras otros bebercios que cayeron como agua de diluvio en mi mal pertrecho intestino dirigimos nuestros fantasmales atuendos hacia la salida del desfile.

Otros mejunjes y otros y otros daban paso a más y más meadas que aumentaban sustancialmente tanto nuestra aportación al caudal de río como al ahorro en los presupuestos de la concejalía de parques y jardines.

Afortunadamente unas cuantas bolsas de gusanitos nos aportaron los hidratos de carbono necesarios para poder seguir subsistiendo en tan lamentables condiciones. También aprendimos las 400 formas de romper una bolsa y las técnicas necesarias para comerse un cuanto de kilo de maíz sin romperse la mandíbula.

De repente todo cambió para mí.
Una sutil conversación escuchada por algunos miembros, aún sin coma etílico, de nuestra fila albergaba las esperanzas necesarias para que este fuera un desfile distinto, diferente, ambicioso y sublime.

“Esa banda toca el GiGi porque a mi me sale de los cojones” Parece que fueron las palabras que por la boca de nuestro líder brotaban

El dolor de estómago pasó a ser placer y mi peo a mejor vida. Un regocijo interno inundaba todo mi cuerpo y recorría orgulloso todos sus rincones.
Acababa de oir las palabras más maravillosas del mundo.

“Esa banda toca el GiGi porque a mi me sale de los cojones” me sonaba a gloria celestial y retumbaba en mis sienes como incitándome a saltar y abrazar a mi cabo. Hombre, hubiera estado mucho mejor que aparte dijera orgulloso que esa era su fila, que nos quería mas que a Dios y que sin nosotros no era nadie ....pero bueno…. ¡ya vendrán tiempos mejores!

El significado de esas palabras caló en nuestros huesos como terapia que cura muertos.
Dos meses antes nadie daba crédito a nuestra fila. Estábamos bajo mínimos y nuestro futuro era tan incierto como la tabla del nueve. Chacal sin traje, Miliky sin espalda, Manolo con bombo y el cabo sin definirse eran nuestras cartas más bajas.
Afortunadamente todo, o casi todo siguió su curso y nos presentamos al examen como siempre. No durmiendo la noche anterior.

A partir de de ese momento fue como el engranaje de una buena máquina.
Jamás en la vida hemos desfilado como esa noche. Tan a gusto.
Jamás en la vida hemos desfilado tan bien.


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